sábado, 14 de noviembre de 2009

Ometepe - Nicaragua


Ometepe es la misteriosa isla del segundo lago más grande de Latinoamérica, el Cocibolca, el primero es el lago andino Titicaca. Dos montañas es el significado de Ometepe en lengua Nahualt. Los indígenas que tenían por casa ese increible pedazo de tierra flotante con forma de ocho eran los Chorotegas, se cree que provenían de Sudamérica y viajaban a México, esta teoría se repite en muchas de las comunidades indígenas de Centroamérica.

Me fui acercando lentamente a la isla en un ferry que cruza el lago desde San jorge, al suroeste de Nicaragua. Sus grandiosos volcanes, Maderas y Concepción, se elevan con fortaleza en ese plano paisaje de mar dulce y árboles. Las aguas del Cocibolcan albergan tiburones, es el único de los lagos del mundo que cobija a estos animales marinos. En estos tiempos quedan pocos, la gente los mataba, algunos para comerlos y otros por temor a ser comidos.

Voy entendiendo el significado del agua en nicar-agua. Según algunos estudiosos el nombre de Nicaragua viene de las tribus nagarandas y significa “lugar de donde son todas las bellezas” Lo voy sintiendo. Bellezas calientes, lluvias vitalizadoras, aguas calmas y bravas, que bañan verde en sus tierras. Nicaragua me enamora. Nicaragua es bellamente un misterio centroamericano.


Finca Magadalena es el hospedaje que nos recibió a Joao y a mí, en las faldas del volcán Maderas. Una casona antigua perteneciente a una cooperativa que trabaja el turismo, el café, el maíz y los frijoles. Ellos son exportadores de café a tierras canadienses. Sus huéspedes eran de todas partes. Ahí conocía a gente increíble, a un alemán okupa, Matías, que viajaba con ánimos de aventura y de aprender el idioma y la historia revolucionaria de nuestro continente. Unos argentinos, Aymará y Juan Francisco que venían en un carrito llamado la celestina desde el extremo sur de su país, para recorrer el continente hasta Alaska. Unas españolas, Irati y Natalia, mujeres viajeras solas, que me robaron muchas risas cómplices, ellas venían a trabajar a Centroamérica. Y ahí, casi telepáticamente, me re-encontré con Milena, la española psicóloga que me regaló terapias bajo la luna en San Juan del Sur y que ahora seguiría enseñándome en las faldas de un volcán.


Los trabajadores de esta finca son gente amable, como casi todos los nicaragüenses conocidos hasta el momento, gente que presta atención y regala conversas bajo las estrellas. Juan fue uno de ellos, que nos contaba a mí y a los argentinos como fue que el ejército de los contras, ejército que se creó después de la victoria revolucionaria y fue financiado y liderado por Estados Unidos, llegaban a las casas de la isla a reclutar a jóvenes para la guerra ¿Y por qué ? nos decía él, ¿por qué vamos a luchar si no queremos?, así que nos íbamos a esconder al monte hasta que se fueran. Muchos de esos mismos jóvenes que escapan de la guerra empezaron a enrolarse voluntariamente al ejército del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) para acabar con el imperialismo yanqui, con la pobreza, con las desigualdades. Uno de los objetivos primordiales de los sandinistas era la alfabetización en los lugares más alejados de la capital. El sueño en Nicaragua liderado por Sandino era “Patria libre o Morir” y así se forjó un movimiento que peleó por más de 40 años para ver ese sueño convertido en realidad. En el año 1979 ellos lo lograron, sacando de Nicaragua al último Somosa, fueron tres del mismo apellido los que sembraron odio y represión en este país. El 19 de julio de 1979 se dio el triunfo de una revolución, que convirtió a muchos nicaragüenses en poetas y artistas. En Nicaragua la poesía brota del pueblo con pasión y calor.



La energía en esa isla escarapela el cuerpo. Un día se lo dedicamos a recorrer la isla, que parece pequeña de lejos, pero muy amplia y ancha por dentro, sobretodo porque el transporte vehicular es escaso, lo que hace que los pueblos esten alejados unos de otros. Las caminatas son imprescindibles por la piel de esta isla.


Al día siguiente decidí seguir quedándome, esta vez Joao seguiría hacia Granada y yo lo encontraría luego. Ese día me fui a recorrer los alrededores de la finca, muchas flores y mariposas me alegraban el camino, una hermosa culebra de color negro y rojo me advirtió su presencia, por primera vez me hallaba sola con una de esas, pero mi inocente ignorancia me hizo no temerle. Más tarde un poblador al que encontré perdida en medio del bosque volcánico, me comentó que era una coral. Ese mismo jóven me guió hacia los petroglifos de esa parte de la isla, unas piedras talladas con espirales y formas redondas que me decían que algo esotérico andaba en el ambiente. Los estudiosos dicen que estas piedras datan de unos 300 años a.c.




Esa última noche me la pase conversando con Matías, el alemán okupa, y finalmente en la noche un calorcito de rojo con ceniza nos despertó la curiosidad de hablar con unas viajeras recién llegadas. Una chilena y una salvadoreña que trabajan en honduras, pero por los recientes conflictos con la destitución de Zelaya habían tenido que trasladar la oficina a Nicaragua, ahora andaban de vacaciones.

Me despedí de Ometepe y de los amigos fugacez con mucha identificación. Sin saberlo, en el futuro me volvería a encontrar con la isla y con otras personas que había conocido en ese mágico lugar.

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