lunes, 17 de agosto de 2009


A Panamá city llegamos con ánimos de descanzo, si bien los 6 días en el bote fueron increíbles también fueron duros y había mucho sentimiento que procesar. El viaje hasta ahora no deja de sorprenderme y de hacerme respirar para no desfallecer de placer.

Paco Carrasco un amigo y compañero de colegio de Joao y amigo conocido en la adolescencia mía en Piura nos recibe con fraternal entusiasmo. Nos lleva a su casa y nos acoje junto su hermana Mariella. Nos invitan arroz chaufa y nos dejan para relajar. Paco viajaría al dia siguiente, así que como buen anfitrión nos saca a conocer la vida nocturna de una parte de la ciudad.

La conversa fue entretenida, volé nuevamente a mis amigos de infancia. Su prima Laura Carrasco fue mi primera mejor amiga de la vida y el colegio. Miro a Mariella, una chica delicada y bella, con pureza angelical e inocencia instintiva me hizo recordarla.

Sus detalles de buena amiga recién conocida me hicieron oler a Laura, de quien mucho ya no sé, pero su espíritu volvió a mi en esos días en ciudad de Panamá.

Al día siguiente fuimos a conocer la hiper infraestructura que hace que Panamá haya sido más de los gringos que de los panameños en los últimos 100 años, el canal de Panamá. Una estructura, que precidida primero por los franceses y luego por los gringos se llevó a casi 12000 vidas en su construcción, que se terminó con "aparente" éxito en 1914. Este canal sedujo las directrices del comercio en el mundo en los últimos 100 años, así como también regaló desarrollo a los países del primer mundo. Los creadores, los beneficiados. El recorrido por el museo fue rápido.



La casita con sensación de Piura me esperaba pronto, asi que aproveche el hogar y me fui a reposar. No me sentía bien y aunque mis amiguillos insistían en ir por una chelas preferí quedarme y dormir mucho .
El día empezó de tarde y el desayuno se alargó hasta el almuerzo, así que una sobremesa en el casco viejo de Panamá sería meritorio, no podíamos despreciar la ciudad de Rubén Blades. La llegada al centro fue sorpresiva, no imaginaba que tanta modernidad de edificios altísimos y autopistas y comercio miamiense tuvieran tanto de antiguo e histórico.



Claro, esto era lo antiguo chic hips de esta zona de la ciudad, que colinda con las espaldas arañadas y peligrosas de los barrios lumpen de Panamá.






Estas paredes me hablan. Se deja escuchar la música y poesía de las calles.





La caminata me detuvo a sentir las paredes desgarradas y las casonas antiguas que se mezclaban con el mar citadino.






Recorrí las calles y llegué a la posada del maestro Rubén Blades. Imaginé que lo veía y lo saludaba, me sentí un poco fan en ese momento, debo admitirlo, pero sólo pude tomar una foto a la casa vacía, como para algún día decirle, conocí tu casa, invítame. Ilusa ingenuidad que le da un poco de vuelo a la visita.


La gracia de estar en casco viejo y la torpedad de no haberlo recorrido antes, me llevaron a la súplica de quedarme un día más. Joao es difícil de convencer, pero esta vez con sonrisa cómplice aceptó. Además esa noche ya me sentía bien y podíamos salir a brindar el estar juntos en Panamá.
Mariella me arrulló y me dejé llevar por sus dedos artistas que me colorearon los ojos, y los labios. Me cambió de vestidos y me perfumó. Me dejó lista para la discoteca panameña de la calle Uruguay.

La noche fue divertida, escuchando y bailando reggaeton merengueton salseton y cumbianton, en medio del humo y de chicos que traían miradas coquetas. Los modelitos y modelitas rondaban el lugar, de pronto la música trajo a la frase célebre que vociferó sin vergüenza una candidata a miss panamá en los último meses: Confusio un chino japonés, confusio un chino japonés…frase que se repetía al ritmo electrónico del dj. Una sarcástica forma de hacer patria, una estética diferente para burlarnos del producto gringo y sacarle la vuelta a la estupidez.

A la mañana siguiente era mediodía y nos disponíamos a aprovechar las últimas horas en la capital panameña. Panamá viejo fue el destino. Recorrimos aquellas ruinas que dejaron los piratas al quemar lo que hace muchos años atrás fue la ciudad de Panamá. Lo único que quedó fueron las ruinas de una inmensa iglesia convento de los religiosos, pues el pueblo tenía casas de madera que se vieron consumidas en el fuego. Aprendí un poco de la historia de los piratas, aquellos ciudadanos irlandeses desterrados de las islas caribeñas por los españoles. Los sin-tierra tenían mucho mar por donde navegar y adueñiarse de los tesoros robados por los nuevos conquistadores. Dicen que ladrón que le roba a ladrón 100 años de perdón.





Para despedirnos de la ciudad volvimos al casco viejo. Donde la estética colonial se mezcla con la barriada, y los niños que juegan con pistolas, los vecinos que balconean y los turistas, se envuelven en el mismo ambiente salsero de callejón. Lo miramos, lo olemos y nos vamos, porque en realidad y lamentablementesomos extraños e invadimos.

Ese día despedirme de mi efímero hogar fue incómodo. Me estaba acostumbrando a echar raíces en suelos piuranos, otra vez. Le agradesco la buena compañía y la amable estadía a mi amiga Mariella y a Paco. Volver a ver a los hermanos Carrasco queda pendiente.