jueves, 22 de octubre de 2009

San juan del Sur- Nicaragua



Crucé la frontera a Nicaragua sola. Peñas blancas es uno de los lugares de cruce al país del norte de Costa Rica. Un lugar límite con su caos más, pero nada comparado a la primera frontera que cruce entre Perú y Ecuador. Ser peruana seguía siendo mi mejor recurso para viajar sola por estos países calientes.
Nicaragua olía diferente, se sentía mágico. En mi experiencia, me he venido dando cuenta que uno puedo percibir como va a ser el país al que llegas apenas lo pisas. Mis pisadas en Nicaragua ya tenían un colchón debajo. Me estaba gustando estar en tierras nicas, de ese país no sabía nada cuando entré, sólo que todos decían que de Centroamérica es el país que aparece en los índices de pobreza como el más alto. A mí eso no me pareció cierto, pero decidí investigarlo.


Llegando al cruce del camino que dividía la carretera para llegar a San juan del sur unos gigantes molinos eólicos me dieron una bienvenida inesperada. Esa muestra de conciencia ecológica le sumaba puntos a la buena vibra de ese país. En el cambio de buses me encontré sola en la inmensidad del calor y un poco de temor y de inexperiencia en la soledad del viaje me embargo, pero como una peculiar muestra de que uno nunca anda solo encontré a cuatro muchachos gringo mexicanos que se dirigían a mi mismo destino y a quienes había conocido en la frontera de Peñas Blancas. Me les uní o mejor dicho se me unieron y nos fuimos viajando a la playa. Ahí buscamos hospedaje juntos y los dejé para descubrir la playa.




La playa se me hacía conocida y esas aguas juguetonas eran mi mar, el Pacífico, a quien había dejado de lado por descubrir el gran Caribe. Esas aguas oscuras de olas pequeñas me acojieron como reencontrandose conmigo, con mi escencia. Juguetonas me dejaron zambullirme en su sal y abrir mi piel a su humedad.
En ese momento encontré a una española que había conocido en el bus local de San juan del sur. Nuestra llegada al mismo destino fue consecuencia de la buena suerte del viaje. Ella me llamó y me habló, mas tarde me encontró y me adopto por el día. Una mujer increíblemente fuerte y agraciada, de historias largas y bellas, de libros de féminas guerreras que cuentan la realidad de un país en llanto. Ella ha venido a trabajar con señoras de comunidades vivas y luchadoras . Ella es psicóloga y su mejor terapia es viajar sola. La hace fuerte y vencedora. Una hermosa mujer maestra. Me enseño que la soledad es la mejor forma de conectarme con el presente, con el aquí y ahora. Lo voy sintiendo. Ella quizás no lo sabe pero me regaló una buena sesión de psicoanálisis bajo la luna llena en San Juan del Sur.


El camino hasta ahora me ha llenado de mujeres encantadoras que me abren el camino a la madurez, me enseñan de diferentes cosas. Magas, viajeras, intelectuales, liberales, recorridas todas. Me susurran amor y dulzura al oído.
Milena me contagió las ansias de conocer más sobre la historia revolucionaria de Nicaragua. Ese contagio me llevó abrir los ojos a una historia que en mi país ni se sabe, que nunca nos contaron, que para mí es un ejemplo de lucha por un país por defender su identidad y su libertad. Una guerra que no quiso ser guerra y se transformó en eso ante la dictadura de casi 30 años de los Somosa y que su revolución empezó hace más de 45 con un tal Sandino, un campesino de sombrero de alas anchas que le negó a estados unidos la libertad de usar sus tierras. Así empezó una historia que no dejaré de contar en mi recorrido por Nicaragua.

En San Juan del Sur me encontré con esa playa que tanto buscaba con vecindario y pueblo, con mercado donde preparan comidas las madres del pueblo. Gente bañándose con ropa al ritmo criollo de nuestros pueblos.
El recorrido por San Juan del Sur fue básicamente para la playa y la luna super llena que encontré esos días.






El Ostional es una playa que queda a pocos kilómetros de San Juan del Sur hacia el Sur, al lado de Costa Rica. No me quedó claro si Costa Rica también tiene un ostional o es el mismo y se lo pelean, pero en el mapa del país tico aparece una playa con ese mismo nombre, de cualquier forma yo conocí un ostional nicaragüense, con cooperativas de turismo que trabajan por un turismo vivencial para no relegar al pueblo del dinero que ingresa con los viajeros.





Los niños del ostional, como siempre recibiendonos con alegría y curiosidad, tal cual nosotros. Ellos me vieron con la cámara y no dejaron de acercarse para ser fotografiados, los resultados al verse retratados en lentes escazos es siempre el mismo: euforia y alevosía. Ellos se miran y se descubren reales ante una sociedad que los opaca e ignora.





Salvador fue el señor que nos llevó a buscar a las tortugas que llegan a esas playas a desovar. Él nos llevó al parque natural de vida silvestre la Flor a observarlas, la espera por las tortugas fue larga pero esperanzadora; mientras tanto la luna me seguía alumbrando y yo no dejaba de dispararle con mi lente. La noche se estaba acabando y las tortugas creo que se sintieron observadas en las profundidades del mar. Ellas no salieron y nosotros nos fuimos con hambre a soñar con ellas.


El día siguiente fue solo para Joao y para mi, nuestro amigos se adelantaron y nosotros nos quedamos para el disfrute de la alucinada playera. En el mar pacífico, otra vez, los dos cual niños revoloteando y jugando, esperando a que el sol hiciera su efecto en nuestras cabezas. Y en un mal juego mi cuerpo dio vuelta en el aire y calló de cabeza en la arena profunda del mar. El dolor me escarapeló el cuello y sentí que me desmayaba, pero no pasó nada. En ese momento los mitos sobre los golpes en la cabeza inundaron mi mente y sentí que moriría en un par de días. Joao no dejaba de reírse y de mostrarme lo estúpida que estaba siendo, diciéndome que si me moría él se apoderaría de todos mis bienes materiales. Yo solo le decía que le dijera a mi madre que ella tendría que venir a cremarme y tirarme en ese mar que se llevaría mi espíritu. No paso nada, pero el dolor en mi cuello se convirtió en otro paquete con el que tendría que cargar. Así me despedí del ostional, con dolor.


domingo, 11 de octubre de 2009

Pura vida en Costa Rica 1


Despedirme de Panamá no fue cosa fácil, más aún cuando entrando a costa rica me obligaron a comprar un pasaje de regreso a Bocas del Toro, cosa que las autoridades ticas se aseguran de que te vas a ir de su país. Para mí fue simplemente el tremendo negocio que se armó en la botica internet y venta de pasajes que había al lado de migraciones, porque si no tienes pasaje ellos te lo venden a 10 dólares y si tu pasaje esta en internet, ellos tienen computadoras e impresoras y así sea por un minuto, el internet cuesta 3 dólares. Creatividad tica sin lugar a duda. A este país de pura vida no se le acaba la manera de negociar la entrada al país de la vida fácil y soñada por americanos, europeos y muchos centroamericanos. No por gusto algunos lo califican como la Suiza de Centroamérica. Y es que entrando a Puerto Viejo, la playa de frontera paradisiaca, te das cuenta que acá se ejerció una suerte de edén para todos aquellos que con no mucho billete gringo o europeo pusieron negocios hoteleros de línea new age. Porque el cielo místico esta aquí y es, por cierto, bastante costoso.
Una bicicleta que alquilé al re-encontrarme con Joao nos llevó a pasear a las varias playas que hay en esa pequeña costa caribeña pura vida tica. Y es precisamente un sin número de eco albergues, huertos naturistas, restaurantes vegetarianos, centros de masajes, spas, de todo para el relajo de la mente, cuerpo y espíritu. Pero si tienes pasta para eso eres bienvenido, si no un lugareño te espera en la costa Caribe para darte unos buenos masajes y decirte lo bello o bella que eres por algo a cambio. Pues los locales descubrieron que el paraíso del relax lo tienen ellos y hay que sacarle el provecho de todas formas.


Un día con mucha lluvia me recibió en Puerto Viejo, a la mañana siguiente me fuí. La playa ya había cumplido su cometido y yo necesitaba seguir subiendo. Bocas del Toro me había satisfascido lo suficiente como para seguir en playas turísticas, ésta en lo personal era demasiado cara y yo quería vecindario y pueblo al lado del mar y no construcciones eco amigables, que solo podía ver, más no disfrutar, porque eran más para europeos o gringos y no para latinos o locales misios. No niego la belleza de esta playa, pero me canse de la belleza que busca tapar las cicatrices. A esto le agrego la frase “pura vida” que empezaron a usar los ticos desde que se desarmó el país al eliminar a las fuerzas armadas en el 59.

Pura vida escucho por las calles y es una frase que al estilo de las mudras o mantras te envuelve en una suerte de hipnotismo caribeño. En Costa Rica todo es medio falsamente hechizante. Ellos disolvieron las fuerzas armadas para darle entrada al ejército gringo que con manos ticas buscaban acabar con la revolución nicaragüense. Ahora los ticos y los nicas además de tener problemas fronterizos en su historia, sufren de resentimientos forjados por el imperialismo norteamericano. Algunos nicaragüenses dirán que en Costa Rica se aprovecharon de la guerra nica para desarrollar su industria y por lo visto están en lo cierto. También se escucha a muchos ticos decir que los nicas son malos y rateros, pues los rezagados de la revolución llegaron a estas tierras a buscar paz y comida y quizás algunos en una locura lógica, extrañando la patria, se pusieron malos, pero en todo caso, ellos, no son el problema principal de los ticos, cual es? tampoco lo sé porque a los viajeros en costa rica se les tapa los ojos y se les deja disfrutar de la pura vida.

A San José llegué con ganas de conocer a un gran amigo que sin conocernos ni a Joao y a mí nos abrió las puertas de su casa y nos atendió con enorme ánimo. Un peruano que vive hace 6 años en San José y recibe a los viajeros amigos de amigos como hermanos, un gran colega, Cristian. Su casa es blanca y tenía mucho verde, sus plantas son tan o más amigables que él, con el olor a jardín con casa nos invitó comida y nos converso mucho. Un peruano en el camino por fín, ya estaba extrañando a mi gente, a mis amigos, hablar de temas nacionales me hacía falta. Sin saberlo, a esa casa regresaría tres veces más en distintas ocasiones, su hogar se convirtió en el mío en otras oportunidades.



Esta vez decidimos darle a San José un solo día, las capitales no nos estaban interesando para nada, pero igual decidimos recorrerla. Un paseo por el centro nos transportó al jirón de la unión de Lima, sus calles, su clima, sus distintas caras nos hacían recordar Lima.

Esa noche decidimos visitar un bar discoteca no muy frecuentado por viajeros turísticos, un bar local, con mucho humo y risas, música electro alegre nos hizo bailar, pero ya no podía más con la fiesta me quería ir y eso hice.



Al día siguiente el desayuno fue un tallarín rojo con pollo a la peruana, es que este coleguita no solo nos engrió sino que hizo que nuestras papilas gustativas estuvieran agradecidas también. Con el tallarín aun entre los dientes y la baba rebosante de gusto nos despedimos, pero como ya dije, ahí en San José encontré un pequeño hogar que sentí muy mío aunque sea por un día.

Seis largas horas en bus nos llevaron a la montaña nubosa de Monteverde. Un lugar frío y nublado. Lo más lindo llegando fue aquel atardecer sangrante y celoso que no se dejaba fotografiar en movimiento, un atardecer envidiable que era ocultado por los arboles y curvas de ese gran monte.

En Monteverde para mí no había mucho que hacer y lo más interesante fue la luna y ese lugar de noche que me hizo ver el mar desde las alturas, con mi grupo de amigos: Joao y dos canadienses nos fuimos para mirar la luna y escuchar el silencio poco callado de la noche.




El día se lo dejé a Joao, él me llevó a hacer algo que muchos turistas hacen y a mí en lo personal no me interesaba, Cánopi. Ese deporte que no demanda nada de esfuerzo físico, pero ya haciéndolo me dí cuenta que como terapia mental y emocional está muy bueno. Quince cables fueron los que nos transportaron de montaña en montaña, permitiéndonos volar y apreciar la naturaleza desde lo alto. La adrenalina despertó mucho deseo, los gritos y sonrisas estaban de sobra. Plenitud encontré en Monteverde. Un cable estático me hizo tirarme al vacío, que increíble sentir que te caes y que no mueres, a esas alturas ya no tenía miedo a nada, así que me dejé caer al vacío y columpiarme en una soga a la que le llaman tarzan. Cien por ciento recomendable. En busca de más adrenalina usé el último cable para viajar de cabeza hasta finalizar dichosa aventura extrema. Como todo lo bueno, no quería que acabara, pero no fue así y me conformé con que Monteverde había valido la pena para hacer lo que en un principio me pareció para turistas y ecológicamente enemigable. La verdad es que lo disfruté hasta el infinito. El problema está en que quizás en Costa Rica hay de estos cables hasta donde no quieres encontrarlos, y está bien algo pero nunca tanto.




La noche calló rápido y el día empezó de madrugada, yo como siempre con mi peruanidad a tope, decidí dejar mi transporte a la suerte del día y no compré pasaje, porque me demoré en decidirlo y ya no había espacio en el bus de jowi. La conjetura de mi compañero de que yo era la que dejaba todo a último momento fue muy cierta en ese momento, pero el día me guiñó el ojo y se puso de mi lado dejándome llegar primero que ellos al lugar de destino, San Juan del Sur en Nicaragua.